Recuerdo cuando todavía era una niña inocente que se había creído a pies juntillas todo lo que Disney le había aleccionado sobre las relaciones personales, el sexo y el amor; cuando lo único que importaba era ser moralmente digna con la esperanza de que algún día llegara esa persona que quisiera amarla hasta el fin de sus días; cuando las escenas íntimas en televisión le hacían ruborizarse y tartamudear; cuando era embarazoso que se notara que gustaba de un chico de clase; cuando renegaba de su parte latente de mujer apasionada...
De repente, abrí los ojos y tiré todas las cintas VHS y los tabúes. Ya no me ruborizo, ahora grito de placer.
¡Qué lejos ha quedado todo aquello! (y cuan feliz soy)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Habla, animal sexual!